En realidad me gustaría anunciar que el pop va de la mierda pero esta vez preferí un título menos pretencioso y es que, denigrar al pop todavía más es algo que en estos tiempos modernos ya no hace falta, definitivamente tenemos algunos personajes en la escena vendiendo millones de discos y conciertos con tan solo un poquito de tino al diseñar un gran aparato mercadológico detrás de ellos para entonces así, lograr acaparar los oídos y los bolsillos de muchas personas alrededor del mundo, generalmente la clase de personas a las que su gusto musical se resume en “me gusta y escucho de todo”.
Los antecedentes apuntan a la década de los años 50s, época en la que la música empezó a cobrar popularidad y a definirse lo que algunos años después todo mundo conocería como música pop, sí esa que todos cantan y todos hablan que se vuelve del dominio público y que logra meterse en las vidas de las personas a como dé lugar, de eso no hay duda. La música pop que teníamos hasta hace varios años comparada con la música que actualmente se vende como pop dista varios años luz, las razones son bastante diversas, hay una frase popular que cita “el cliente lo que pida” y creo que la realidad es que, como público consumidor de música nos hemos vuelto bastante ligeros y conformes con lo que se puede lograr y no con lo que queremos escuchar, esto lleva a un breve análisis de los 5 puntos que nos harán entender que por lo menos en el pop vamos bastante mal.
1. Quiero ser como Madonna o Michael Jackson
Hablar de pop y no hacer referencia a Madonna y Michael Jackson es como hablar de rock sin tomar en cuenta las guitarras, esta señora y este tipo pese a todos los escándalos acumulados a lo largo de la vida de ambos, lograron en definitiva dignificar al género pop al grado de no pedirle nada cara a cara contra cualquier otro género, shows espectaculares, discos bien producidos cuidados hasta el último detalle y por supuesto, melodías más pegajosas que las gomas de mascar son algunos de los ingredientes que los colocaron como la reina y el rey del pop respectivamente. En su momento este par fueron los encargados de hacer hit tras hit sin parar, tenían toda la atención del mundo y por su parte ellos se encargaban de alimentar ese furor bastante bien, ahora es bastante desagradable tener artistas con penes de plástico o conciertos en donde la sangre sea parte del show, eso estaba bien hace unos años, ahora no quedan más que como unos artistas wannabe, sí Lady Gaga por ejemplo.
2. El playback es lo de hoy
No hay cosa más detestable en los artistas pop que el playback, lejos de ser una práctica bastante desagradable, me parece una falta de respeto brutal, ¿acaso estos artistas aceptan que les pagues con billetes falsos en la compra de los tickets a sus conciertos? No lo creo. Entonces por qué los espectadores tendrían que conformarse con ver al artista hacer como que canta y como que hace un show, esta práctica no es nada nueva, de hecho a lo largo de la historia del pop es algo bastante recurrente, aquí la ventaja que había en el pasado es que los artistas playbackeros por lo menos trataban de darle un plus a tremenda brutalidad, ahora ya los artistas ni se preocupan por eso, se les hace fácil salir a actuar, bueno es que algunos también les gusta hacerla de actores en sus ratos libres.
3.Entre más andróginos, mejor
La imagen del artista es una obligación en el género pop, contrario al rock en donde lo mismo da salir casi desnudo como Iggy Pop o salir maquillado como Brandon Flowers, en el pop la imagen vende por tanto debe ser muy bien cuidada, razón por la cual los artistas pop eventualmente se convierten en iconos de la moda y figuras a seguir sin embargo en la actualidad parece que las tendencias han cambiado y es que entre menos puedas distinguir la sexualidad del artista es mejor. Justin Bieber y Tokyo Hotel son clarísimos ejemplos de la imagen que un artista pop no debería proyectar, lo peor aquí es que hay adolescentes alrededor del mundo enamoradas de estas (os) entes. No sabemos a quién se le ocurrio semejante puntada en el diseño de imagen para estas estrellas del pop, lo que sí sabemos es que sin duda fue una broma de muy mal gusto.
4. Discos de oro, platino y ¿por qué no también de aluminio?
El artista pop no obstante de alimentar su ego con miles de millones de fans, también se siente orgulloso al recibir discos de oro mismos que, seamos honestos, también son tan falsos como sus canciones, si la disquera busca que el artista se vuelva popular en unos 6 meses no hay nada como maquillar las ventas y regalar discos de oro y platino como si de avellanas se tratará. A mí no me importa si el artista vendió discos hasta en el planeta Marte, a mí lo que me interesa es que el artista entregue un disco de pop bueno, bien hecho y elaborado, lo demás es asunto que en realidad no debería importarnos.
5. Las boyband como el pop, nunca pasaran de moda
¿En serio alguna vez los creadores de boybands a lo largo de la historia creyeron que era de buen gusto hacer ese trabajo? Generalmente este tipo de bandas son como las drogas, insípidas pero adictivas por lo menos para las adolescentes y las que ya no lo son tanto. Este tipo de grupos deben cumplir ciertas características, tipos guapos y.. bueno, por más que le buscamos más cualidades no las hay, eventualmente estas bandas se crean, tienen algunos éxitos y luego como cualquier ser humano, se mueren sin pena ni gloria, ejemplos claros hay muchos, quizás el más reciente sean los Jonas Brothers, aquellos niños mimados y maquillados haciendo películas y conciertos como si de palomitas se tratará, aquí lo importante es que siempre sucede lo mismo, años después se dan cuenta que ya no son del gusto de nadie, se retiran y prefieren no hablar de su tormentoso pasado como artistas pop.
en conclucion del tema
la musica pop de la actualidad es una mierda ?
La música comercial empezó a convertirse en Pop con Elvis Presley, que sumó a las melodías ligeras ingredientes rítmicos y formas expresivas de tradiciones marginales
La música comercial empezó a convertirse en Pop, en tiempos de la televisión en blanco y negro, con Elvis Presley, que sumó a las melodías ligeras ingredientes rítmicos y formas expresivas de tradiciones marginales. Con los Beatles ya se había convertido en una fabulosa mina de oro, en una colosal industria planetaria que conseguía colocar en todas partes millones de sus pequeñas galletas de vinilo. Aquella música era la punta de lanza de una cultura imperial. No sólo conseguía astronómicas ventas. Unificaba los gustos, entronizaba ídolos, suscitaba sin cesar imitaciones locales y se propagaba a todos los rincones del planeta gracias a los avances de la tecnología de la comunicación, a sus soportes cada vez más precisos y sofisticados, a sus artilugios cada vez más refinados y complejos. Aparecieron los canales radiofónicos temáticos, la televisión en color, el cable, el reproductor de vídeo y los CD. La nueva tecnología, que globalizaba asimismo la publicidad, dio paso a nuevos géneros expresivos, como el del videoclip, verdadera ópera popular del último tercio del siglo XX, pues, como había intentado siglos atrás la ópera clásica, conjuga diversas artes expresivas y fusiona muchas tradiciones: música instrumental yvoz, imagen televisiva y narración cinematográfica, escenografía, danza y discurso.
El momento estelar de la personalidad musical de Michael Jackson coincide con el momento de máxima expansión de la tecnología y las formas expresivas de la industria del pop. Por esto, y a pesar de que su aportación estrictamente musical es claramente inferior a la de los Beatles, todo el mundo le describe estos días como el verdadero monarca. Convertido el pop en el Everest de la cultura mundial, Michael Jackson alcanzaba la cima. Y, curiosamente, la caída del ídolo coincidió con los primeros temblores y derrumbes de aquel imperio cultural. En efecto: a medida que la vida y el cuerpo de Jackson descendían, ante la ávida mirada de todos los consumidores del planeta, hacia lo grotesco y extravagante, también la industria de la cultura pop iniciaba su decadencia viajando hacia la desmesura y la rareza. Hacia lo freak.
La decadencia de la industria pop está, naturalmente, relacionada con un cambio determinante en las tecnologías: la revolución digital. La muerte de Michael Jackson converge, precisamente, con los intentos cada vez más desesperados por controlar las infinitas fugas del negocio que causan las descargas de internet. No en vano las industrias culturales se inquietan: ¡si la creación (también por supuesto la musical) circula tan libremente por internet, se acaba el negocio! Ignoramos el futuro, pero sabemos que la cultura pop ya no es aquella fácil mina de oro. Se parece cada vez más a uno de aquellos ríos de película del Oeste en los que todo el mundo busca pepitas de oro filtrando la arena con un cedazo.
Puede parecer, a primera vista, que la tecnología digital, en sus múltiples formatos y posibilidades, profundiza e intensifica la globalización. Y, ciertamente, es una tecnología que favorece la universalidad. Y multiplica, además, la intercomunicación en todas las direcciones. Pero ya no consigue uniformar gustos y tendencias tan fácilmente como hacía la industria angloamericana en su época dorada: Hollywood, las series de la televisión y la música pop, de la que Michael Jackson es, a la vez, culminación y decadencia. Muchos observadores siguen interpretando la tecnología digital y el universo de internet como una continuación lógica e hiperpotente de la era pop, cuando, en realidad, nos está liberando de su dominio total. Internet favorece una complejidad que empieza a subvertir la simplificación cultural del imperio pop, regido por unos pocos emperadores creativos a los que todo el mundo venera y compra. Internet, con sus descargas y su fabuloso, infinito, incalculable cargamento de contenidos, expresa cada vez con más precisión la complejidad cultural del mundo. Lo que se está pasando gracias a internet y a la revolución digital es una gran fragmentación del pastel global.
El desconcierto que en las industrias del ocio y la cultura provoca el desarrollo de internet es hijo de una paradoja: une tanto, que no puede abrazarlo todo. Al incorporar tantos contenidos, el mundo de internet acoge la variedad del mundo real: es cada día más denso, más contradictorio, reúne a todos, como nos reúne el planeta, pero a todos pierde en sus infinitos laberintos y cruces de caminos.
Para mantener su gancho comercial, la cultura pop, decíamos, necesita cada vez más de la rareza y la excentricidad, como la televisión generalista, que sobrevive a base de morbo y estridencia. En esta faceta triunfó también Michael Jackson, el mutante. Negro pero también blanco, andrógino, niño y adulto a la vez, recreado por la cirugía, mesías de la era de la imagen, liberado de las diferencias de raza, edad y sexo para encarnar en una sola identidad a toda la aldea global. Sus tristes años últimos - enfermizo y fantasmagórico-son la quintaesencia del viaje de la cultura pop hacia una agónica extravagancia. Vacía y agotada, regurgitando sin cesar viejos contenidos, la cultura pop recurre al conmovedor adefesio que entronizó como rey para salvar las cuentas. No están los tiempos para desaprovechar un entierro global: el último filón de la mina del pop.
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