sábado, 1 de mayo de 2021

feliz día de la consciencia








En 1890, Virginia Bolten encabezó la primera manifestación del 1º de Mayo de la historia en conmemoración por los mártires anarquistas de Chicago. Virginia tenía menos de veinte años, pero ya era una oradora implacable y una comprometida divulgadora de la propaganda anarquista en defensa de los derechos humanos, laborales y de la mujer. Aquel 1 de Mayo se convirtió también en la primera mujer oradora en una reivindicación obrera. Justo después de pronunciar su discurso fue detenida bajo el cargo de atentar contra el orden social. Os dejamos un extracto de su discurso:

“La libertad de trabajo es un mito; la libertad del pensamiento se considera blasfemia; la del sufragio, es un engaño; la del amor, una quimera; los derechos de las personas, desconocidos; su dignidad, ultrajada; los trabajadores somos tratados peor que esclavos, embrutecidos en nombre de dios, degenerados en nombre de la patria, explotados con el amparo de la ley, y en nombre de la propiedad, encerrados en las cárceles y cuarteles en defensa de esta sociedad necia”. –Virginia Bolten, 1890.

***Ilustración de Teoría del Kaos.



Desde hace siglos, desde todas las instancias de poder y privilegio, se ha criminalizado el anarquismo y se ha tratado de mostrar al imaginario popular como un sinónimo de caos, destrucción y violencia gratuita incompatible con la sociedad y con la convivencia. Sin embargo, lo que nos muestra la historia es que la lucha y los ideales anarquistas han estado siempre detrás de todo avance en materia de derechos civiles, humanos y laborales. Por eso son tan peligrosas las ideas y las prácticas libertarias para el poder, porque la única pretensión del anarquismo es la de asegurar y la de conseguir aumentar las libertades de quienes viven sometidos o desposeídos por quienes acumulan el poder y los privilegios.


SOBRE EL TRABAJO ESCLAVO:

La esclavitud nunca fue abolida, sólo se amplió para incluir todos los colores.

Lo que más me duele es la pérdida constante de humanidad en aquellos que pelean para mantener trabajos que no quieren pero temen una alternativa peor. Pasa, simplemente, que las personas se vacían. Son cuerpos con mentes temerosas y obedientes. El color abandona sus ojos. La voz se afea. Y el cuerpo. El cabello. Las uñas. Los zapatos. Todo.

Cuando era joven no podía creer que la gente diera su vida a cambio de esas condiciones. Ahora que soy viejo sigo sin creerlo. ¿Por qué lo hacen? ¿Por sexo? ¿Por una televisión? ¿Por un automóvil a pagos fijos? ¿Por los niños? ¿Niños que harán justo las mismas cosas?

Cuando era joven e iba de trabajo en trabajo, era suficientemente ingenuo para a veces decirle a mis compañeros: “¡Eh! El jefe podría venir en cualquier momento y echarnos, así como así, ¿no se dan cuenta?”. Ellos lo único que hacían era mirarme. Les estaba ofreciendo algo que ellos no querían hacer entrar a su mente.

Ahora hay muchísimos despidos, se cuentan por cientos de miles, y sus rostros son de sorpresa: “Estuve aquí 35 años…”. “No es justo…”. “No sé qué hacer…”. A los esclavos nunca se les paga tanto como para que se liberen, sino apenas lo necesario para que sobrevivan y regresen a trabajar. Yo podía verlo. ¿Por qué ellos no?

Escribí con asco en contra de todo ello. Fue un alivio sacar de mi sistema toda esa mierda. Y ahora estoy aquí: un “escritor profesional”. Pasados los primeros 50 años, he descubierto que hay otros ascos más allá del sistema.

Recuerdo que una vez, trabajando como empaquetador en una compañía de artículos de iluminación, uno de mis compañeros dijo de pronto: “¡Nunca seré libre!”. Y uno de los jefes que andaba por ahí soltó una carcajada deliciosa, disfrutando el hecho de que ese sujeto estuviera atrapado de por vida.

Así que la suerte de haber salido al fin de esos lugares, sin importar cuánto tiempo tomó, me ha dado una especie de felicidad.

Ahora escribo esto con una mente vieja y con un cuerpo viejo. Y no haber desperdiciado por completo la vida parece ser un logro, al menos para mí.

–Charles Bukowski.

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