martes, 25 de marzo de 2014

Los estereotipos negativos son una enfermedad social

En una reciente visita a la ciudad de México, invitada por la Suprema Corte de Justicia de la Nación, Rebecca Cook, especialista en derechos humanos internacionales y cuestiones de género, elaboró un interesante análisis de los estereotipos que imponen cargas morales a las personas o les niegan beneficios sociales. En esta entrevista, la catedrática de Leyes de la Universidad de Toronto describe la naturaleza de los prejuicios más comunes, su articulación a partir de estereotipos prescriptivos, restrictivos o negativos, y sugiere las formas idóneas de desmantelarlos con el fin de erradicar las prácticas discriminatorias que padecen diversos sectores de la sociedad, particularmente las mujeres y las minorías sexuales Carlos Bonfil
Profesora Cook, ¿cuáles son los estereotipos básicos que ubica usted en la sociedad y de qué manera pueden conducir a la discriminación?



Entre los diversos tipos de estereotipos que existen en la sociedad, figuran los estereotipos prescriptivos que requieren que los miembros de dicha sociedad actúen de ciertas maneras. En lo que se refiere a las mujeres, cada sociedad maneja códigos de modestia, castidad y obediencia. Algunos de estos códigos son muy sutiles, otros son más explícitos. Por ejemplo, la sociedad musulmana exige que las mujeres se cubran la cabeza con un velo, otras sociedades piden que la mujer lleve zapatos de tacón alto con el fin de transformarlas en objetos sexuales. Cada sociedad espera entonces que la mujer se comporte de un modo determinado. Y cuando ellas no lo hacen, se exponen a menudo a una represalia. Pero estos estereotipos prescriptivos varían mucho según se trate de mujeres jóvenes, pobres, adolescentes o maduras. Hay por supuesto muchos tipos de estereotipos compuestos.



¿Qué consecuencias pueden tener estos estereotipos sobre las personas?
Se habla de consecuencias cuando los estereotipos imponen una carga o niegan algún beneficio. Se trata entonces de formas de discriminación que las sociedades tiene la obligación de remediar. Bajo el convenio internacional que marca la eliminación de todas las formas de discriminación contra las mujeres, convenio que México ha firmado, existe la obligación de eliminar los estereotipos negativos que imponen una carga sobre las mujeres o le niegan beneficios. Por ejemplo, si una mujer no actúa de una manera determinada, puede llegar a tener alguna desventaja laboral. Esta es una forma en la que el estereotipo actúa en contra de las mujeres.


¿Se puede considerar que establecer estereotipos es parte de la naturaleza humana?
Efectivamente, es parte de la naturaleza humana. Todos establecemos estereotipos o hemos sido estereotipados. Lo hacemos para describir, para generalizar, para juzgar muy rápidamente a las personas; sin embargo, la vida es mucho más compleja que eso. También tenemos estereotipos para prescribir identidades, como en el caso de las mujeres, de las que esperamos cierto tipo de conducta, tienen que actuar como madres, como amas de casa, y cuando no lo hacen se exponen al castigo de la sociedad.  A los hombres también los castiga la sociedad cuando no actúan de acuerdo con el estereotipo de ser los proveedores del sustento en el hogar. Si los hombres desean quedarse en casa y cuidar de los niños, la sociedad lo reprueba. Esto quiere decir que cuando se actúa en sentido inverso a los estereotipos o a las normas de género, surge una reprobación social por ese tipo de conducta. Establecemos así estereotipos para describir, para prescribir y también para etiquetar a las personas, para señalarlos como “otros”. Cuando la gente es diferente a nosotros, lo que hacemos es marcar su “otredad”, los etiquetamos, los volvemos diferentes. Esto es un prejuicio y una acción malintencionada. Lo hacemos porque los juzgamos diferentes a nosotros, y para lidiar con ellos los colocamos en cajas negativas.



¿Qué papel juegan los medios de comunicación en esta tarea de prescribir estereotipos y restringir los derechos de las personas?
Los medios pueden jugar un papel muy importante en el desmantelamiento de los estereotipos. Pueden mostrar cómo hombres y mujeres, o subgrupos de mujeres, son tan humanos o valiosos como cualquier individuo o comunidad. Cuando los medios muestran, en cambio, a las mujeres en formas demasiado estereotipadas, les niega la posibilidad de actuar de modo no estereotipado. Por el enorme poder institucional que tienen en la sociedad, es importante que los medios promuevan la tolerancia, la dignidad, y una ética de respeto hacia las personas, y que también nombren e identifiquen los estereotipos negativos para mostrar con ello de qué manera la sociedad llega a etiquetar y marginar a las personas, y a promover prácticas discriminatorias.




¿Qué importancia tiene la televisión en la preservación de los estereotipos negativos?
La televisión puede hacer algo más que perpetuar formas de violencia física e intelectual contra las mujeres. Puede proponer imágenes positivas de mujeres con capacidad de decidir, mujeres intelectualmente fuertes, mujeres profesionistas, mujeres lesbianas, mujeres maduras, mujeres de diversos orígenes étnicos y sociales. Mostrar esta diversidad femenina sería una forma de desmantelar los estereotipos negativos que afectan a las mujeres, y también a los hombres, y sería sin duda una gran contribución cultural a la sociedad.




¿Cómo percibe usted en México el contraste entre una capital con una legislación avanzada en materia de derechos reproductivos y sexuales, y el resto del país donde el marco legal aún sustenta, en muchos casos, las prácticas de discriminación y los estereotipos negativos?
Me parecen muy interesantes los avances en la ciudad de México, desde la ley sobre el aborto hasta la del matrimonio gay y la adopción, leyes apoyadas por la Suprema Corte de Justicia. Se trata de ejemplos excelentes de promoción de la tolerancia que buscan garantizar que la gente de todas las procedencias pueda desarrollarse plenamente. Ignoro los detalles precisos de lo que sucede en Guanajuato con mujeres encarceladas por abortos involuntarios, pero en términos generales dicha situación corresponde muy bien a un triste modelo que prevalece en el mundo entero. El caso de Guanajuato ilustra la manera en que los estereotipos negativos afectan a mujeres pobres o indígenas que no pueden acceder a un proceso justo. Sus juicios son parecidos a los que sufren otras mujeres en diversos países, donde en especial las mujeres pobres no gozan de la garantía de una primera presunción de inocencia, sino que atraviesan una situación donde la evidencia se construye en contra de ellas, a partir de estereotipos negativos. Con el respaldo del Estado, se selecciona una evidencia en contra de ellas, cuando la ética legal requeriría que la defensa disponga de evidencias a favor de las mujeres, algo que a menudo no sucede. En el caso de los embarazos indeseados, existe ya un estigma que se refleja en la manipulación prejuiciada de evidencias negativas y en el manejo de estereotipos negativos.



Un ejemplo emblemático es la decisión de la Corte Interamericana de los Derechos Humanos en el caso del campo algodonero en Ciudad Juárez. Varias mujeres desaparecieron en esa ciudad y cuando sus madres solicitaron justicia se les respondió en formas muy estereotipadas. Cuando ellas pidieron que la policía investigara la desaparición de sus hijas, ésta les respondió de modo negativo. En una decisión del año pasado, La Corte Interamericana nombró e identificó los estereotipos negativos que manejó la policía cuando rechazó las quejas de las madres diciendo que dos de las tres mujeres desaparecidas y asesinadas en el campo algodonero habían actuado de manera promiscua. La policía decidió entonces no investigar. La Corte señaló que en ese caso la subordinación de las mujeres podía asociarse con prácticas basadas en la persistencia de estereotipos de género, mismos que se exacerbaban al incidir, implícita o explícitamente, en las políticas y prácticas de la policía. Un caso como éste muestra la manera en que los estereotipos negativos y hostiles impiden el acceso de la mujer, sobre todo de la mujer pobre, a una buena impartición de la justicia.



¿Qué opina del estereotipo en la práctica judicial que hace de la víctima la responsable de la tragedia que padece, como el caso de una mujer violada a la que se responsabiliza del asalto sexual que ha sufrido?

En Canadá tuvimos el caso de una mujer que fue molestada sexualmente durante una entrevista laboral, y la corte liberó al agresor. Al mismo tiempo, de modo contrario, un ministro de justicia en Québec nombró un tipo de estereotipo al señalar que las mujeres no viven en un estado de consentimiento perpetuo al sexo, por lo que es indispensable demostrar en casos de agresión sexual un consentimiento explícito al mismo. En otro caso, una mujer fue agredida sexualmente y el defensor acudió a la Suprema Corte, la que negó la liberación del agresor y reenvió la sentencia para que en un nuevo juicio se exigiera a los jueces que, al realizar su trabajo, se mantuvieran libres de prejuicios y estereotipos negativos.



La reciente decisión de la Suprema Corte de Justicia en México de autorizar la adopción de menores por parte de parejas del mismo sexo, abrió el debate sobre si era necesario proteger a los niños o si se debía reconocer la capacidad de estas parejas de educarlos convenientemente. En su opinión, ¿qué papel juegan los estereotipos en esta discusión?
No sé de ninguna persona gay que no sea capaz de amar a un niño de la misma forma en que lo hace una pareja heterosexual. Una pareja gay tiene la misma capacidad, en ocasiones una capacidad mayor, que una pareja heterosexual para educar a un niño. Intentar fabricar estereotipos hostiles para las parejas gay sólo muestra una indisposición a entender su estilo de vida. Lo importante para un niño es vivir con una familia que le proporcione amor y cuidados, algo que las parejas gay pueden hacer de igual modo que cualquier otra.


Un elemento más en el debate fue la idea de que los niños debían identificarse con roles sexuales establecidos y no apartarse de este modelo único, so pena de difuminar o perder su propia identidad. ¿Qué opina al respecto?
Se ha argumentado a través de diversos estudios que un niño que crece en el seno de una familia ajena a los estereotipos negativos, será más liberal y libre de crecer como quiera, de hacer sus planes y tomar decisiones propias. En ocasiones el niño crecerá más libre en una pareja gay, y por regla general, mostrará más tolerancia y respeto hacia la vida de los demás.



¿Percibe usted un aumento o una disminución en la influencia de la religión organizada en la construcción de los estereotipos negativos o en las prácticas de discriminación?
La decisión de algunas religiones organizadas de impedir que las mujeres puedan ser ordenadas obispos o sacerdotes, muestra simplemente el deseo de negarles el acceso a posiciones de liderazgo. No se les reconoce la capacidad de organizarse y ser líderes con otras mujeres que tienen fe, algo de lo que son perfectamente capaces. Se les niega de entrada, a partir del uso de estereotipos negativos, toda posibilidad de competir (en el sacerdocio, episcopado o papado) con otros hombres y gozar de los mismos derechos.



Se habla también del interés de la jerarquía religiosa de oponerse a cualquier avance en materia de derechos sexuales.
Es el caso de las jerarquías religiosas en muchos países que combaten los derechos sexuales y reproductivos. Es lo que yo llamo una inquisición de los tiempos modernos y que consiste en imponer a las mujeres ciertos roles de género, preservando para los roles masculinos ciertas parcelas de poder. Será interesante ver lo que sucederá en Inglaterra y saber si las mujeres pueden llegar ahí a ser obispos. Debo decir que me decepcionó enormemente la decisión reciente del Vaticano de castigar a quienes intentan ordenar a las mujeres como sacerdotes con la misma severidad con que se castiga a los sacerdotes que abusan sexualmente de los menores. Es algo escandaloso.



¿De qué modo pueden los estereotipos negativos representar un obstáculo para el libre acceso a los servicios de salud pública?
Cuando, por ejemplo, las mujeres requieren de la autorización de sus esposos o de sus padres para tener ese libre acceso. El estereotipo señala que las mujeres son incapaces de tomar decisiones médicas, cuando en realidad son tan capaces de hacerlo como los hombres. Lo único que las mujeres requieren es disponer de una información científica apropiada para tomar sus propias decisiones en temas tan delicados como los derechos reproductivos. Bajo un código de ética, se debe respetar la libertad de las personas y su autonomía, y no tomar como pretexto la pretendida vulnerabilidad de las mujeres para negarle el acceso a situaciones médicas como la interrupción voluntaria del embarazo.


¿Piensa usted que las personas que viven con VIH son hoy menos vulnerables que hace diez años y que pueden enfrentar con mayor éxito situaciones de estigma o discriminación?
La discriminación persiste y las sociedades tienen mucho qué hacer para poder desmantelar los estereotipos hostiles. Estos estereotipos siguen muy vivos y tenemos que esforzarnos por impedir que obstaculicen el acceso de las personas con VIH/sida a los servicios de salud pública. En Canadá se discute en la Suprema Corte de Justicia la conveniencia de proporcionar agujas limpias para prevenir la infección por HIV entre usuarios de drogas intravenosas. Quienes se oponen a esta estrategia de salud pública lo hacen a partir precisamente de estereotipos negativos.


Finalmente, ¿cuáles son las formas idóneas para poder desmantelar estos estereotipos?
Estas formas tienen que ver básicamente con la educación que nos permite incrementar nuestra conciencia respecto a los estereotipos. Es preciso nombrarlos y articularlos, e identificar sus consecuencias dañinas, tanto en la familia como en el sector educativo, en el del empleo y la salud. No es necesario esperar a que una Corte Interamericana nombre los estereotipos negativos (como en el caso del campo algodonero de Ciudad Juárez) para combatirlos. Uno puede hacerlo desde ahora y mostrar de paso hasta qué punto son una violación a los derechos humanos y, en última instancia, una verdadera enfermedad social.

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