En algunos puntos del Desierto de Atacama, en Chile, el paisaje ha sido moldeado por un fenómeno erosivo inusual, y un geólogo ha tenido la peligrosa oportunidad de comprobar in situ la acción de ese fenómeno.
La historia comenzó cuando el geólogo Jay Quade de la Universidad de Arizona, acompañado por sus colegas Peter Reiners y Kendra Murray, reparó en algo muy inusual en las grandes rocas de entre media tonelada y ocho toneladas, ubicadas cerca de donde se había detenido el camión en el que viajaban: Las rocas parecían haber sido lijadas suavemente en sus secciones medias. La pregunta era obvia: ¿Qué podría causar esto en un lugar donde el agente erosivo más común de la Tierra, el agua, casi nunca está presente?
Al respecto, la única cosa que a Quade le vino a la mente fue la acción de terremotos. Durante los muchos años que estas rocas han estado sobre su llanura arenosa quizás fueron empujadas unas contra otras por ondas sísmicas. Eso debió hacer que las partes más afectadas fueran siendo molidas gradualmente, quedando lijadas de ese curioso modo sus superficies. Tenía sentido, pero Quade nunca pensó que llegaría a demostrarlo.
Jay Quade. (Foto: Jay Quade)
Tiempo después, en otro viaje al desierto de Atacama, Quade se encontraba sobre una de estas rocas cuando comenzó un terremoto de magnitud 5,3. El terreno comenzó a moverse, y el ruido de las rocas moliéndose unas a otras se hizo fuerte y claro.
"Fue un sonido tremendo, como el golpeteo de miles de martillos pequeños", recuerda Quade. De haber sido otras las circunstancias, Quade probablemente habría hecho muchas más observaciones durante aquel minuto que duró el seísmo. Sin embargo, el obvio miedo de caerse y ser aplastado por las rocas hizo que centrase su atención en mantenerse justo encima de la roca donde estaba, de un modo no muy distinto a un surfista que trata de mantenerse encima de una ola. La roca sobre la cual estaba Quade rodaba, y rebotaba contra otra, pero él logró mantenerse encima hasta que todo volvió a quedar inmóvil. Entonces, aparte de sentirse aliviado de haber salido indemne de la aventura, se dio cuenta de que acababa de presenciar una demostración de que su hipótesis sobre estas rocas era correcta.
Primer plano de las extrañas rocas. (Foto: Jay Quade)
Las rocas en cuestión parece ser que provienen de colinas, de las cuales se desprendieron, probablemente a consecuencia de terremotos, y que rodaron cuesta abajo hasta la superficie arenosa plana, acumulándose unas junto a otras en un espacio limitado. Su desplazamiento posterior por el terreno también es obra de la actividad sísmica.
Los análisis de la superficie superior de las rocas sugieren que han estado allí desde hace entre uno y dos millones años. Ese tiempo de permanencia, combinado con el hecho de que la actividad sísmica en la zona provoca, en promedio, cada cuatro meses un terremoto como el que presenció Quade, sugiere que la roca promedio ha experimentado de 50.000 a 100.000 horas de zarandeos, golpes y restregones